¿Alguna vez se preguntaron sobre la diversidad cultural que conviven en nuestras comunidades educativas y cómo hacemos para integrarlas eficientemente? Algunas de estas preguntas surgen cuando trabajamos en el desarrollo de competencias interculturales (o competencias globales, como también se llaman) en docentes y la comunidad educativa en general. Reconocemos que no es muy común en nuestros países considerar a estas competencias como esenciales para un docente, cuando el mundo educativo tiene necesidades que deben ser abordadas urgentemente. Sin embargo, la experiencia nos muestra que cuando la comunidad educativa entra en contacto con estos contenidos y la propuesta de desarrollo, no sólo se interesan sino que encuentran que el impacto en el aula y en la escuela o liceo es positiva.
Anteriormente explicamos qué entendemos por competencia intercultural: es “la habilidad para comunicarse efectiva y eficientemente en contextos interculturales, cambiar marcos de referencia de manera apropiada y adaptar su comportamiento al contexto” (Deardoff, 2006). En pocas palabras, las competencias interculturales sirven para tender puentes entre las diferencias, y las diferentes culturas que coexisten en nuestra institución. ¿Alguna vez les sucedió que debieron interactuar en sus comunidades educativas con una cultura de la que tenían conocimiento, pero no quedaron satisfechos con los resultados? Para desarrollar la competencia intercultural, Bennett (en Deardoff, 2009) plantea que conocimiento cultural no es sinónimo de competencia intercultural. Es decir, lo que podemos conocer sobre la otra cultura no siempre garantiza que podamos ser competentes para interactuar eficientemente con esa cultura. Esta brecha suele suceder por la falta de conocimiento sobre la cultura propia, para poder interactuar eficientemente con otros.
Conocerse a sí mismo, primer paso para construir un mundo intercultural.
Bennett compara nuestro posicionamiento cultural con un GPS. Un GPS nos indica dónde estamos, a dónde queremos ir y cuál es el camino para llegar a ese lugar. Para saber cómo relacionarnos con otra cultura es clave conocer nuestro punto de partida: identificar nuestro posicionamiento cultural (dónde estamos parados) a través del autoconocimiento: cómo es nuestro comportamiento no-verbal, cuáles son nuestros valores, lo que nos viene dado por nuestra historia, cómo reaccionamos ante los conflictos, qué consideramos correcto e incorrecto, qué es importante y qué no, entre otros. Conocernos también implicará entender cuáles son nuestros prejuicios y preconceptos para detectarlos y trabajar para que no sesguen nuestra visión del otro que es culturalmente diferente.
No podemos pretender que este proceso suceda instantáneamente. Disponemos de herramientas de medición y evaluación, pero principalmente tenemos nuestra propia capacidad reflexiva. En nuestros talleres docentes trabajamos con la identidad cultural y la identidad docente, con herramientas para conocernos mejor, detectar nuestros prejuicios y poder suspender el juicio. No es el camino más corto ni el más sencillo, pero sí es el más gratificante. Si queremos desarrollar un aula intercultural, con un grupo de alumnos que puedan convivir e interactuar mejor entre ellos usando sus diferencias para construir, el rol del docente es clave. Si queremos una institución con mayor paz y cooperación, debemos comenzar con nosotros mismos: cambiar nuestro mundo, está en nuestras manos.